Blogia

El Duplicador de Materia

Un mundo perfecto

El paraíso clásico de los economistas se denomina Mercado Competitivo Perfecto. Un mercado competitivo perfecto es aquel en el que concurren un número arbitrariamente grande de potenciales compradores y vendedores de un mismo producto, cada uno de una escala infinitésimal respecto al tamaño del mercado, de modo que ninguno tiene la más mínima capacidad de influir, a través de sus decisiones de comprar o vender, en el precio al que finalmente se comercia.

El mercado competitivo perfecto es la figura que la mayor parte del tiempo se tiene en mente cuando se habla de las políticas tendentes a aumentar la competencia en un determinado mercado. Si tantos economistas se muestran favorables a tender a este ideal es por que se ha demostrado que este tipo de situaciones genera resultados deseables. Cuando hablo de "demostración" no me refiero en este caso a una prueba empírica, sino a una demostración deductiva, al estilo de las utilizadas en matemáticas.

Concretamente, lo que se puede demostrar es que en un mercado competitivo perfecto se produce una situación de equilibrio eficiente. Por eficiente debemos entender una situación de "ausencia de derroche" de recursos. Es un mundo perfecto, en el sentido de que no se desperdicia ninguna oportunidad que beneficiaría a todos o algunos de los agentes sin perjudicar a nadie.

Por supuesto, es muy difícil encontrar ejemplos reales de mercados competitivos perfectos. Quizá sea en determinados mercados financieros, como la Bolsa, donde podamos encontrar una mejor aproximación.

Leyes y Leyes

Leyes y Leyes

En el post anterior señalaba que las editoriales y las discográficas serán, probablemente (lo son ya en buena medida) las primeras víctimas de la "revolución de la información". Las discográficas han sido las primeras en sufrir en sus cuentas de resultados las consecuencias económicas de esta revolución. El enemigo se presenta en dos frentes: el "top manta" y los programas peer to peer (P2P). Por supuesto, ambas actividades son, como mínimo, de dudosa legalidad y se califican de piratería.

Sin embargo, el meollo de la cuestión es probablemente la inadecuación del modelo empresarial de las discográficas a la nueva realidad tecnológica. Por mucho que las leyes de Propiedad Intelectual amparen su postura, las leyes de la economía acabarán haciendo insostenible el modelo de negocio actual. Existen leyes y leyes, y no todas las promulga un cuerpo legislativo. Las leyes de la economía son mucho menos eludibles que las que se publican en el BOE.

Una de esas leyes afirma que en un entorno de economía competitiva, el precio de un bien debe ser igual al coste que supone producirlo. Para ser precisos, el coste que marcará el precio de un artículo será su coste marginal, esto es, el coste de producir una unidad adicional del bien en cuestión. La razón de que sea el coste marginal la magnitud relevante es que mientras el precio sea superior a ese coste, existen incentivos a producir una unidad adicional del artículo en cuestión, venderla y obtener un beneficio adicional. En consecuencia, un precio superior al coste marginal tiende a aumentar la oferta de ese producto y, por consiguiente, se produce una presión a la baja del precio.

Por supuesto, pueden darse situaciones en que el precio sea mayor al coste marginal. En economía, estas situaciones vienen casi siempre vinculadas a circunstáncias de monopolio. Las discográficas tienen el monopolio sobre una de las materias primas de su negocio: los derechos de autor. La razón por la que yo no puedo vender CD's con canciones de Sabina, por ejemplo, es que no tengo la propiedad sobre sus derechos de autor. Pero un monopolio que se base exclusivamente en una ley "humana" sin atender a las leyes del mercado tiene escasas posibilidades de mantenerse en el tiempo. Los incentivos para violar la ley y convertirse en pirata son demasiado altos. Hasta hace poco, la industria musical tenía a su favor no sólo la ley de Propiedad Intelectual sino también la imposibilidad técnica de producir copias de calidad sin una inversión importante en tecnología.

¿Quiere esto decir que nos encontramos ante una industria en vias de extinción? Seguramente no, y espero que no. Pero sin duda va a tener que redefinir sus estrategias empresariales para poder hacer frente al nuevo entorno. La proliferación del "top manta" y del P2P da una serie de pistas sobre la dirección a seguir. La clave está en abaratar (brutalmente) el producto y pasar de las 50.000 copias a las 700.000. Tan solo algunas ideas...

Centrarse en lo sustancial y abandonar lo accesorio. Si compro música, compro música y no una portada o un libreto o una caja para guardar el CD. Eliminen todos esos elementos o, si acaso, hagan dos ediciones al estilo de los libros. Una de tapa dura (con caja, libreto, etc..) y una "rústica" donde el CD va metido en una bolsita, al estilo de las copias piratas.

Cobrar por lo que se ofrece. No tiene sentido que bajar canciones de los sitios legales cueste casi lo mismo que comprar el CD. Si venden bits, que cobren bits y lo que cuesta producirlos...

Aprovechar los puntos fuertes. La industria debe centrarse en sus ventajas respecto a los piratas. Un CD legal puede y debe ser más caro que uno pirata. Pero la diferencia debe ser el coste de las características diferenciales del producto: los derechos de autor, la garantía de calidad, el coste de comercialización.

El duplicador

El Duplicador de Materia es un relato de ciencia ficción escrito por Ralph Williams. Es uno de los pocos cuentos de ciencia ficción que aborda una problemática estrictamente económica. El cuento analiza el impacto que sobre nuestro sistema económico tiene la súbita aparición de un "duplicador de materia" capaz de crear una réplica exacta de cualquier objeto. Realmente, semejante artefacto dislocaría de manera inmediata toda la estructura económica del planeta. El autor lo refleja y analiza con gran clarividencia. Dejaría obsoletas nuestras fábricas y talleres, obligaría a reformar los mecanismos de pagos (los billetes también se pueden duplicar), alteraría los precios de prácticamente cualquier cosa (los diamantes perderían todo su valor).

Este aparato, en consecuencia, supondría una revolución económica y social sin precedentes...¿o no? Lo cierto es que históricamente hemos tenido unos cuantos procesos que han transformado la sociedad de un modo tan radical como el hipotético duplicador. El descubrimiento de la agricultura supuso un salto inmenso en lo que se refiere a la disponibilidad de alimentos con los que dar de comer a la población. La revolución industrial supone una "revolución" al incrementar espectacularmente la cantidad de energia que podíamos utilizar en los procesos productivos y, por consiguiente, al abaratar sustancialmente el precio de cualquier bien. Son solamente dos ejemplos de transformaciones históricas que se asemejan a la hipotética aparición del "duplicador".

Si nos fijamos en la revolución industrial, vemos claramente que supuso una alteración radical de nuestras estructuras sociales y económicas. Las innovaciones tecnológicas que se produjeron entonces permitieron el nacimiento de las grandes ciudades, crearon los problemas de contaminación, dieron origen a nuevas clases sociales...

Pero, sobre todo, la revolución industrial supuso la modificación de los hábitos de consumo. Nos introdujo en la era de la abundancia que ahora vivimos en los paises desarrollados. Es la responsable de que tengamos mucho de todo, gracias al abaratamiento que se experimentó en los costes de producción de cualquier bien. Hizo posible que la mayoría de la población tuviera uno (o varios) pares de zapatos, docenas de camisas, jerseys, pantalones. Ha permitido generalizar el uso del automóvil (primero uno por familia, ahora dos o tres), los ordenadores, electrodomésticos...

En realidad, todo ello se corresponde con una ley bastante lógica de la economía. El precio de un artículo tiende a ser igual al coste de producir una unidad adicional del mismo, lo que se llama el coste marginal. A medida que esos costes se reducen, el precio se hace menor y el artículo en cuestión se vuelve más asequible para el público en general. Por supuesto, esta reducción del precio hace aumentar exponencialmente el número de unidades vendidas de ese bien.

Hoy vivimos otro de estos procesos de cambio tecnológico que seguramente altere radicalmente la sociedad. Lo tenemos todos delante de nuestras narices. Es la llamada "revolución de la información" y este mismo blog es una muestra de ello. En teoría, lo que aquí escribo se encuentra disponible para millones de personas en todo el mundo. Esto es algo que no tiene precedentes históricos. Hace apenas unos años, la difusión masiva de ideas requería utilizar procedimientos sumamente costosos y únicamente estaba al alcance de unos pocos afortunados. Estoy convencido que esta tercera revolución abre posibilidades insospechadas y que, al igual que el duplicador de materia de la ficción, va a alterar nuestra sociedad hasta hacerla irreconocible.

Pero, por supuesto, toda revolución se lleva por delante lo viejo. La agricultura provocó la desaparición de las tribus de cazadores-recolectores, que se vieron arrollados por el empuje demográfico que la abundancia de alimentos proporcionaba a las tribus que sembraban y cosechaban. La revolución idustrial acabó (salvo presencias más o menos testimoniales) con los artesanos y los gremios. La revolución de la información empieza a dar señales de reclamar sus primeras victimas.

Y esas victimas son aquellos que hasta ahora han prosperado gracias a los costosos procesos de difusión de información que antes indicaba. Los más afectados son, probablemente, las editoriales y las discográficas. En los tiempos (anteayer, prácticamente) en que las palabras necesitaban de un soporte de papel y la música de un vinilo o una cinta magnetofónica, estas industrias podían ser prósperas. Hasta ahora vivíamos en un mundo de escasez en lo que se refiere a producción intelectual. Si queríamos una copia de calidad de una obra literaria o musical (todavía recuerdo las infames copias en cassette que mis padres hacían de los vinilos para escucharlas fuera de casa) teníamos que recurrir a imprentas o a procesos industriales costosos. Pero hoy, cuando puedo almacenar centenares de canciones o miles de páginas escritas en un CD que puedo duplicar a mi antojo, está claro que el negocio debe redefinirse. Para estas industrias, el duplicador de materia (realmente, el duplicador de bits) ya es una realidad.

De las consecuencias de estos cambios me gustaría tratar en los próximos posts.

En el principio...

Después de unos meses curioseando por los blogs y lo que allí se encuentra uno, me he decidido a crear el mío propio. Tengo un espejo en el que mirarme. Yo, de mayor, quiero ser como Tío Petros. Aunque amo las matemáticas, no son mi especialidad y, además, no tendría ningún sentido tratar de superar al maestro. Así que trataré de seguir sus pasos adentrándome por otro bosque que conozco un poco mejor. La ciencia (?)económica.

Me encantaría ser capaz de acercarme mínimamente a la capacidad divulgadora de Tío Petros. Quisiera que este blog fuera asequible a cualquiera con interés por aquello en lo que trabajan los economistas, por lo que pretendo eludir la jerga "técnica" o la presunción del "todo el mundo lo sabe".

Respecto a Tío Petros, tengo una importante desventaja. La economía dista mucho de ser un conocimiento en el que existan verdades claramente asentadas. Casi todo lo que sabemos está sujeto a contínua revisión y es objeto de polémica. Por esta razón, mucho de lo que aqui escriba deberá ser considerado como mi opinión personal al respecto y no obsta para que otros puedan tener opiniones diferentes o, sencillamente, opuestas. Por supuesto, el debate está siempre abierto.

Los economistas tendemos a pensar que los métodos que empleamos pueden ser de utilidad en prácticamente cualquier área de conocimiento que intente explicar el comportamiento humano. Así, uno puede encontrar colegas que se dedican a explicar las decisiones de una pareja sobre el número de hijos que van a tener, o la pertenecia a una congregación religiosa o la elección de pareja (¿cual es el número óptimo de "novias" que uno debe tener antes de decidir casarse con una de ellas?). Como se vé, prácticamente todo resulta de interés para un economista, y espero que en los artículos pueda ir explicando la forma de abordar estos temas que a mis colegas más ingeniosos se les ha ocurrido.

Por otra parte, y me temo que es un mal que aqueja a muchas otras profesiones, los economistas tenemos que sufrir la tortura de escuchar muchos disparates por parte de periodistas, opinadores diversos, tertulianos y otra fauna que, careciendo de todo tipo de rigor, se aventuran a opinar sobre temas cuyo análisis supone un esfuerzo intelectual de meses a los pensadores más serios. En la medida de mis posibilidades, trataré de ilustrar algunas de las falacias más comunes que uno suele escuchar en los medios.

Estos son algunos de los propósitos con los que hoy inauguro este humilde blog. Seguramente, la deriva mental que a todos nos caracteriza acabará haciendo de él algo completamente diferente.